lunes, diciembre 20, 2004

EL SALARIO MÁXIMO.

Por: José Luis Camba Arriola.

La semana pasada, como cada año, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos aprobó el incremento del “salario mínimo” para el período entrante.

Nada sorpresivo: poco menos que la inflación estimada para el dos mil cinco. Por el contrario, lo que como cada año me sorprende, es el tono de los comentarios de políticos y sindicalistas: “el incremento es insuficiente para mejorar la calidad de vida de los trabajadores”.

Evidentemente, si el conjunto de los mexicanos ganase más dinero del que ahora gana sería benéfico para el país, empresarios incluídos. La expresión más típica del dinero es la moneda. Por eso, dicen algunos, que las hacen redondas; para que rueden, es decir, para que pasen de mano en mano. Para un empresario es fundamental que en el lugar donde tiene su negocio establecido ruede el dinero, o sea que fluya. En la medida que un mayor número de personas cuente con más cantidad de dinero, más clientes potenciales tendrá un comerciante. No es lo mismo ser propietario de un restaurante al que sólo un porcentaje muy pequeño de la población puede acudir a yantar, que ser el dueño de un lugar al que el conjunto de los habitantes se encuentra en posibilidades de acudir, pues lo puede pagar. La calidad y cantidad de la comida, así como el servicio en relación con el precio, marcarán la diferencia entre el éxito y el fracaso. El que un mesero no gane lo suficiente para acudir como cliente a un restaurante de la misma calidad y precio de aquel en el que trabaja es fatal para una economía. Por un lado, el mesero en cuestión ignora lo que se siente ser cliente y gastar esa cantidad de sus ingresos en un establecimiento, con lo cual no puede conocer las necesidades de sus clientes; pero por otro lado, ese tipo de restaurantes deben pelearse por obtener a un muy pequeño número de comensales, con lo que la posibilidad de sobrevivir ser reduce basicamente a la moda. Un mecánico o un barrendero, deberían estar en posición, al igual que un dentista o un abogado, de festejar su aniversario de bodas o su cumpleaños en un buen restaurante sin necesidad de empeñarle su alma al diablo. La solución no radica en que se reduzcan los precios sino en que se incremente la capacidad adquisitiva de la población. Después de todo, la posibilidad de obtener beneficios es lo que motiva a un empresario a arriesgar su capital para establecer un negocio y generar empleos, lo que además se traduce en mayores impuestos y cuotas sindicales.

Hasta aquí todos estamos de acuerdo. En lo que no puedo estar de acuerdo es en lo demás. El número de personas que recibe como contraprestación a su trabajo el salario mínimo es prácticamente inexistente. Por una sencilla razón. Nadie trabaja por tan poco dinero. Es verdad que el IMSS tiene inscritos como mayoría a los que ganan el mínimo, pero la verdad es que se debe a una treta a la que se han visto empujados los empresarios para poder obtener beneficios. La mayoría de los negocios declaran al Seguro Social que sus empleados ganan un salario mínimo para obtener la cotización más baja y no tener que realizar engorrosos trámites de cambio de salario que, de no hacerse, acarrean multas recargos y hasta la excomunión.

La realidad es otra. En su mayoría los empleadores pagan más allá del mínimo para conseguir trabajadores. La diferencia la pagan “por fuera”, engrosando las filas de la economía sumergida. Nuestro sistema impositivo causa estas enfermedades donde el remedio no pasa por la mágica imposición de lo que a partir de determinado momento se pagará por el trabajo. No, no culpemos a los empresarios. El que lo haga que trate de emprender un negocio para que sepa de lo que estamos hablando.

El salario mínimo ya no es lo menos que se paga por un trabajo diario. Pero entonces ¿para qué sirve actualmente el salario mínimo? La respuesta es sencilliísima: es una medida económica. Así como el Producto Interno Bruto, el Ingreso Per Cápita o el Índice Nacional de Precios al Consumidor, el Salario Mínimo sirve para establecer parámetros económicos, fiscales y judiciales. Todas las multas y penalizaciones económicas que se imponen en nuestro país se miden en salarios mínimos. Un gran número de derechos para licencias locales o permisos, se marcan en salarios mínimos. La constante para el análisis de muchos precios es el salario mínimo. Algo similar pasó con los UDI. Nacieron como moneda arlternativa para el pago de adeudos en medio de un sistema financiero con una espiral inflacionaria incontenible, donde los intereses alcanzaron más del cien por ciento en casos extremos. Sin embargo, sin considerar a los pobres diablos que se quedaron con deudas en UDI, el parámetro es hoy una medida para determinar el valor de los pesos constantes en contraposición a los pesos corrientes. Del mismo modo que el ingreso per cápita no significa que el conjunto de los habitantes de un país reciban ese monto de dinero. La distribución de la riqueza es una variable independiente del total de lo que produce una nación dividido entre el número de sus habitantes. Esa distribución depende del desarrollo social en que se encuentre un pueblo.

Así es estimado lector, el salario mínimo es lo que se conoce como una mentira estadística. No es que la mayoría de nuestros trabajadores hayan recibido un incremento salarial de menos de dos pesos mensuales. Significa, por el contrario, que uno de los estomagos de nuestras administraciones públicas va a comer menos en multas y sanciones de a lo que está acostumbrado. Lo demás, el aumento de sueldos, depende de negociaciones sindicales, condiciones empresariales, capacidad laboral y posiciones de mercado.

Es verdad que el porcentaje de incremento refleja una postura inflacionaria. Nadie lo pone en duda. Pero insisto en que lo que no es verdad, es que refleje el ingreso típico del mexicano.

Sin embargo, parece que México, país de contrastes, vive preocupado por los extremos. El político común piensa en el salario mínimo que se le puede pagar a los otros y el salario máximo que puede cobrar como funcionario sin que se le caigan encima los del mínimo.

joseluis@camba.ws

sábado, diciembre 18, 2004

CERRAR ESPACIO A LA CORRUPCIÓN

Por: Ezequiel Castañeda Nevárez.

La reciente publicación del informe de Transparencia internacional sobre el fenómeno de la corrupción en el mundo ha puesto a pensar a los gobiernos de los países afectados y a intensificar el debate sobre este flagelo mundial.

México es de los países sobresalientes en la materia, con el nada honroso octavo lugar en lo general, y el segundo lugar por lo que toca a nuestros cuerpos de seguridad y a la policía.

El informe no deja títere con cabeza al considerar que también están infectados los partidos políticos, legisladores, jueces, fiscales, recaudadores de impuestos y personal de aduanas; además de que indica que la percepción mundial es que este mal crecerá en los próximos tres años a una de cada cinco personas, dato que justifica la alarma y la decisión urgente de intensificar su combate.

Ningún gobierno realmente interesado en el bienestar de su pueblo puede ignorar que el punto de partida hacia el desarrollo está en la detención del avance de la corrupción, por las consecuencias que trae aparejadas esta práctica. La corrupción es una amenaza para la estabilidad y el desarrollo de las sociedades en la medida de que socava los valores de la democracia, la ética y la justicia, además de quebrantar el imperio de la ley y erosionar la moral social, casi nada. Así que debe tomarse en serio la batalla contra la corrupción, si es que los propósitos gubernamentales son serios.

El Gobernador Fidel Herrera ya ha mandado un claro mensaje al respecto al designar a Susana Torres como titular de la Contraloría General del Estado y al proponer al Congreso del Estado a Salvador Mikel; la nueva Contralora, además de ser una servidora pública altamente calificada en la materia, es una ciudadana ejemplar, de una honorabilidad y rectitud personal a toda prueba, lo que la ubica como la persona indicada, junto con Mikel para cerrar espacios a la corrupción en esta administración estatal. El nuevo Procurador tiene basta experiencia jurídica y la sensibilidad política adecuada para dirigir esta nueva etapa de la Procuraduría de Justicia y, sobre todo, para desterrar la impunidad con la aplicación de la Ley en perfecta coordinación con la Federación.

La tarea de Susana Torres no es nada fácil al buscar que la sociedad nuevamente perciba una administración honesta, confiable y eficiente, porque la percepción de los ciudadanos del gobierno va estrechamente ligada a la fama de los políticos, y esta no es buena, como todos sabemos, lo que dificulta la labor.

Las acciones inmediatas de la Contraloría deben ir no solo a sancionar a los malos servidores públicos sino a rescatar la ética en la gestión gubernamental, al diseño de sistemas de transparencia y rendición de cuentas eficientes y claros, además del fortalecimiento de los mecanismos e instrumentos jurídicos que ya existen y que hay que aprovechar, más allá de minucias como el portar gafete o el sobredimensionar quejas pueriles que en nada desarrollan ni mejoran la gestión de gobierno y sí representan desperdicio de tiempo y recursos.

La función de Mikel en la Procuraduría será modernizar las áreas existentes, adecuándolas a las nuevas expresiones delictivas de la sociedad para una mejor atención de su función y contribuir al combate a la impunidad y a la corrupción, tarea que conoce perfectamente.

Si bien es cierto la corrupción siempre ha existido, porque es inherente al ser humano, está demostrado que los niveles pueden moverse de acuerdo con la voluntad política gubernamental, y si no tiene posibilidad de ser erradicada totalmente, sus niveles pueden ubicarse en puntos sumamente bajos, lo que ocurre en muchos países. Claro, es fundamental la participación de la sociedad en la lucha por conservar los mínimos, porque esta implica entrar a lo más profundo de las estructuras, de sistemas, organizaciones, familias, servidores públicos, políticos y comunicadores para lograr el éxito, pero la parte fundamental, la más importante, definitivamente, está en la fortaleza de los valores morales y éticos en las acciones del gobierno.

No es labor fácil, ni es un padecimiento exclusivo de las fuerzas del orden, porque el mal uso de los recursos, la mediocridad y la incapacidad también son expresiones de la corrupción y estas se encuentran en todas las áreas de la administración pública, y todas ellas ameritan revisión exhaustiva en todo tiempo. Esa es la cuestión.

eze_cas@hotmail.com

martes, diciembre 14, 2004

¿CÓMO SE DICE, PUTO O GAY?

Por: José Luis Camba Arriola.

El asunto de la defensa de los derechos homosexuales no nace, como muchos creen, del movimiento de los derechos humanos en los Estados Unidos. La mayoría de los homosexualistas del movimiento legitimador de la homosexualidad, considera equivocadamente, que el “Derecho Gay” fue el paso natural del activismo norteamericano por los derechos civiles y que le siguió al de los derechos de los negros y a los de las mujeres. La verdad es que la historia es diferente. Más adelante nos ocuparemos de ella. Mientras tanto, respondamos una pregunta curiosa ¿por qué a los homosexuales les gusta llamarse así mismos “gay”? La respuesta es sencilla, por ignorantes. Veamos su procedencia. La palabra “gay” fue tomada prestada por el idioma inglés, del francés “gai”, adjetivo proveniente a su vez del alemán antiguo “gáhi”, cuyo significado es el de: alegría repentina o impulsiva. Alrededor de los años cincuentas del siglo pasado, comenzó a dársele el significado de homosexual.

Pero, ¿de dónde lo tomó? En los años treintas, al aprendiz de padrote, ese que explota y golpea a las mujeres que se prostituyen, quien por regla era un muchacho joven, se le conocía como “gay cat”, gato alegre, pues andaba felizmente, de arriba a abajo, con un proxeneta, usualmente de mucha mayor edad, aprendiendo el “oficio”. De ahí, que la población en general, le atribuyera este adjetivo a todo muchachito homosexual en compañía de otro señor mayor.

Un chiste mexicano, instrumento que junto con los refranes constituyen el pensamiento común de los pueblos, nos cuenta la historia de un muchacho de catorce años que con el propósito de inhibir a su padre, ante la insistente actitud de éste de llevarlo con una prostituta pues, en su opinión, ya era tiempo de que su hijo experimentara su primera relación sexual; le confiesa que es “gay”. El padre sorprendido y con objeto de dilucidar lo que de los labios de su vástago acababa de escuchar, le pregunta: Hijo ¿tú vives en Las Lomas? El hijo contesta que no, que como él sabe, su residencia se encuentra en Peralvillo. El padre nuevamente pregunta: ¿tú coche es un Ferrari? El hijo responde que, como a él le consta, los únicos transportes a los que hasta la fecha se ha subido son el Metro y el microbús. Una vez más, el padre cuestiona: ¿acaso te graduaste en Harvard? A lo que el paciente muchacho responde que ni siquiera paso el examen de admisión de la vocacional. Entonces, el padre del muchacho, en un tono casi docente, le informa a su hijo que no, que está equivocado: él no es “gay”, él es un simple puto.

Y es que no importa el nombre que se le de a las cosas. Éstas son lo que son.

Y es así, por que la homosexualidad desde el tiempo de los griegos se justificaba por la lozanía y la belleza. Se supone que se acostaban con los muchachos jóvenes, los efebos, para recibir lo que ellos ya no tenían, juventud. Hasta hace muy pocos años comenzó a propagarse la idea de la vida homosexual en pareja. Antes era sólo puro hedonismo. Ahora ya se acepta la mezcla de pellejos pues, como en el resto de las relaciones, el amor ha comenzado a ser considerado como factor decisivo para la unión de dos personas. Antes nunca fue así, por más que algunos cineastas contemporáneos traten de engañar a los espectadores, la vida en pareja fue, hasta hace relativamente poco, una decisión que se tomaba por motivos económicos, familiares o de poder. Nada más. La sexualidad no tenía nada que ver y, aún menos, el amor.

Por eso, antes de que se acuñara el término “homosexual”, que se popularizó a finales del siglo diecinueve, se utilizaba la palabra pederasta para referirse a lo mismo. Nuevamente, el concepto se refiere a las relaciones entre viejos y jóvenes. No se concebían las relaciones entre adultos. No tenían sentido. Y no me refiero a ojos de los heterosexuales. No, desde el punto de vista de los propios homosexuales. No hay más que leer a célebres exponentes como Oscar Wilde, o revisar la biografía de otros como Piotr Ilich Tchaikovsky.

Bueno, el uso del término pederasta era tan aceptado, que alguien tan poco sospechoso de intolerancia como Frederick Engels lo utilizaba. Veamos un fragmento de una carta envida por él a Karl Marx en 1895:

“Los pederastas están empezando a crecer en número y a descubrir que son un poderoso grupo en nuestro Estado. Lo único que les falta es una organización. Parece que ya existe, sin embargo, está oculta”

Ahora, si Engels tenía razón, ¿en que momento se introdujeron en la política los homosexuales como grupo diferenciado y aceptado? Curiosamente, estimado lector, en el régimen totalitario de Adolf Hitler. El militar de más alto rango del Partido Nazi fue Ernst Roehm, creador y encargado de las tristemente célebres camisas pardas, un homosexual reconocido cuya ideología provenía de una de las dos corrientes en las que se escindió la doctrina pro homosexual creada en los sesentas del siglo diecinueve, por el padre de los derechos de los homosexuales en el mundo, el abogado Karl Heinrich Ulrichs. Este señor sostenía que a pesar de que habían abusado de él cuando tenía catorce años, la causa de su homosexualidad se encontraba en su propia naturaleza y que, de no haber sido violado, de todos modos hubiera sido homosexual. El planteamiento de Ulrichs era el del “tercer sexo”. Sostenía que la homosexualidad es un fenómeno natural. En su doctrina, el varón homosexual es una mujer atrapada en un cuerpo masculino. Y lo creía en serio. La corriente a la que Roehm pertenecía era la que fundó Adolf Brand, editor de la primera revista homosexual que existió: “Der Eigene” (“El Especial”). Este grupo de personas se conocía como GE por el alemán: “Gemeinshaft der Eigenen” (“Comunidad de lo Especial”), fundada por Brand, Wilhelm Janzen y Benedict Friedlander; sus miembros se sentían profundamente ofendidos ante la teoría del tercer sexo, para ellos, la homosexualidad correspondía a una forma superior de pensamiento en la que sostenían que, al igual que en la Élade o el Imperio Romano, el concepto de belleza y cultura iban de la mano con la homosexualidad, de ahí que la virilidad fuese fundamental para ellos. Por eso sus uniformes y todo su diseño de imagen tendía a enaltecer la masculinidad. Para entender lo que querían, reproduzcamos un texto publicado por Brand en su revista Der Eigene:

Queremos hombres con “sed por la resurrección de los tiempos de la Grecia antigua donde prevalezcan los estándares helénicos de belleza, después de siglos de barbarismo cristiano”.

Por el contrario, la otra corriente, la del tercer sexo, quedó en manos de otro seguidor de Ulrichs, el también alemán Magnus Hirschfeld, quien en 1897 constituyó lo que llamó “Comité Científico Humanitario” y más tarde fundó el “Instituto para Investigaciones Sexuales de Berlín”. Este otro grupo de personas estaba a favor del transvestismo e investigaba acerca de la posibilidad de realizar operaciones transexuales. Por supuesto que para ellos la femeneidad en el homosexual era fundamental para expresar su ser. De sus miembros nació el primer Cabaret homosexual en Alemania, de nombre “El Dorado”, así en español: “El Dorado”. Ese es el establecimiento que se recrea en todas las películas sobre la época como ejemplo de la “libertad de pensamiento” a la que Hitler puso fin. Y es que también fue el primer centro nocturno clausurado por el régimen nazi. Desde su propio punto de vista, los nazis podían ser homosexuales, pero no maricones. No, eso de los afeminados les resultaba asqueroso. Por eso, al igual que a los judíos, los persiguieron sin tregua. Su actitud me recuerda a la del protagonista de un viejo chiste que escuche en España.

Dos náufragos se encontraban en una isla desierta, después de cinco años, uno de ellos le dice a su compañero de desgracia: Es necesario que estabilicemos nuestro metabolismo y equilibremos nuestra psique. Masturbarse no es una opción. Hace ya tanto tiempo que no veo a una mujer que soy incapaz de obtener una erección. Te propongo que con fines medicinales, tengamos relaciones sexuales. El otro, le responde que no, que de ninguna manera va a copular con otro varón. Que eso son mariconerías. El de la idea insiste, todos los días durante dos años y medio, con toda clase de argumentos científicos, para convencer al otro de que es sólo por cubrir una necesidad biológica. Finalmente accede y después de sortearlo, al de la idea le toca satisfacerse primero. Cuando lo está haciendo, se deja llevar por la emoción y le toca el pene a su víctima, por lo que inmediatamente recibe un manotazo de éste junto con una reprimenda: ¡si empiezas con mariconerías, lo dejamos!

Ese es el tipo de mentalidad del homosexualismo nazi. Como sea, la teoría del tercer sexo es la que actualmente prevalece en la “comunidad homosexual”. Por cierto que el término homosexual fue acuñado en 1869 por otro seguidor del Ulrichs en una carta abierta dirigida al Ministro de Justicia de Prusia. Nótese que del lesbianismo ni una palabra. Hasta hace muy poco, los homosexuales del tercer sexo, los de la Élade y las lesbianas mantuvieron frentes distintos, incluso fueron rivales habituales.

Pues bien, para nadie es un secreto que la homosexualidad y la bisexualidad son el rasgo común de muchos miembros de algunos grupos de poder en nuestro país. De varios partidos. El ejemplo que primero se me ocurre es el de algunos miembros del PRD, donde el caso de los bejaranistas es el más notable. No obstante, a diferencia de la escuela helénica, estos partidarios del tercer sexo, aunque cobardemente se mantienen dentro del “closet”, fomentan las relaciones de poder a través de la cama. Más de un ejemplo de esto existe. Pero al mismo tiempo mantienen una doctrina fuertemente arraigada en el partido, de que se debe tolerar todo lo “especial” A raíz de eso, van fomentando relaciones con grupos pro prostitución (dicen ellos que prostituirse es un derecho), pro homosexualidad (dicen que es una condición natural), pro vagancia (sostienen que es una forma de vida), etcétera, pro lo que se les ocurra, siempre que con ello, puedan estar en condiciones de hablar de supuesta tolerancia, tratando de generar un ambiente favorable a la homosexualidad. Claro que ellos creen que son los protectores de la “diversidad”. El caso es que, tanto los nazis, como los fascistas, como estos perredistas mantienen fuertes vínculos con la homosexualidad. ¿Es simplemente una coincidencia? No lo creo.

Por otro lado es curioso que en México, donde el machismo está a la vuelta de la esquina, una de las pruebas más socorridas de éste sea lo que se conoce como albures. Resulta que el más alburero, es el más macho. Es incomprensible, pues alburear consiste en decirse puras mariconerías: que si uno le mete al otro, que si el otro le saca al uno, etcétera. No parece muy viril que digamos. Pero esa es nuestra realidad ¿quién sabe lo que significa esta contradicción?

Lo que nos debe quedar claro es que, aunque neologismo, la palabra homosexual es la que con más precisión refleja el carácter de esta “preferencia”. Sea cual fuere su causa y motivación.

Que no se me acuse de homofóbico, evidentemente el término es otra estupidez. Significa fobia o miedo a los iguales. No, los que no están de acuerdo del todo con la homosexualidad deben recibir otro calificativo, sugiero el de “homsexualifóbico” o, quizás, “homosexifóbico”. Son más precisos. Lo que por demás tampoco se aplica. Yo no siento fobia por ellos, algunos hasta gracia me causan. Claro que también Brozo, algunos discursos políticos o el Chavo del Ocho me resulta graciosos.

Por cierto, hay quien cree que el hecho de que uno no esté de acuerdo con otro y que así lo exprese, es una prueba de intolerancia. No, evidentemente yo, como quizás otros, toleramos la homosexualidad. Cosa muy distinta es que estemos de acuerdo con ella. A esto se le llama libertad de pensamiento. Intolerante es el que no acepta la existencia de aquellos que pensamos distinto que ellos o que nos quiere silenciar. Esos son los intolerantes.

Tenemos el derecho a decir que no. Nada más haremos. Pero eso sí, la boca nos la van a oír.

joseluis@camba.ws

sábado, diciembre 11, 2004

DAMNIFICADOS DE TLAHUAC

Por: Ezequiel Castañeda Nevárez

Los linchamientos de Tlahuac siguen produciendo damnificados en los mandos policiales federales y del Gobierno del DF. A este momento han sido cesados ocho mandos medios entre Inspectores, Subinspectores y Suboficiales, además de un Comisionado y del Secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal. Es este último cese el que llama la atención, por provenir del mismo Presidente de la Republica.

Si bien es cierto todos los despidos se derivan de los actos y omisiones en los sucesos de Tlahuac, no hay que olvidar que también se da en el marco de una lucha política cada vez mas intensa entre el Jefe de Gobierno del DF y el Presidente Vicente Fox , por eso es relevante la salida de Ebrard Casaubon de la Secretaría de Seguridad Pública.

Muchos ciudadanos interesados en la confrontación Fox-AMLO se preguntan si se trata de una intromisión, si es un acto injusto o autoritario o si obedece a una estrategia política, ya se han encargado los medios de aclarar que se trata de un acto presidencial perfectamente legal y han explicado la fundamentación de la medida. Vayamos a la razón de la existencia de esta facultad constitucional:

Más allá de las facultades que conceden la Constitución General de la República y el Estatuto de Gobierno del Distrito Federal al titular del Ejecutivo Federal para remover libremente a quien tenga a su mando la fuerza pública en el DF, que en este caso es el amigo, colaborador y probable candidato de López Obrador al Gobierno capitalino, es importante saber cual es el origen de esta facultad. La previsión constitucional, como ocurre en muchos países democráticos del mundo es la salvaguarda de los poderes de la Unión, que radican en la capital del país, como radican en muchas naciones; es decir, la previsión de un posible Golpe de Estado o sublevación de los altos mandos de la fuerza pública, quienes quedarían con la aplicación de esta facultad presidencial sin autoridad sobre las fuerzas de seguridad, lo cual reduciría su capacidad de acción en caso de una asonada. Por eso el Estatuto de Gobierno del DF concede también el mando absoluto de la fuerza pública en el DF al Presidente de la República. Vale la pena la lectura del Diario de los debates de la Cámara de Diputados sobre el tema.

Por supuesto no estamos ante un escenario de riesgo para la estabilidad de la nación ni ante un posible golpe de Estado en México, como para que Fox tomara la determinación de destituir a Ebrard, ni de la manera vergonzosa como lo hizo, pero estamos ante un caso de indisciplina que debe ser castigada, además de que, por los acontecimientos de Tlahuac, la propia Presidencia estimó que la causa de la destitución obedecía a la “ineptitud e incompetencia”del servidor público; ningún subordinado puede desobedecer al superior sin que sea sancionada su indisciplina, por lo que se trate de quien se trate, hizo bien el Presidente en castigar la imprudencia del ahora ex Secretario de Seguridad Publica capitalina que aseguraba que no aceptaría una destitución del Presidente, como si este tuviera que pedir su consentimiento para removerlo. Claro que el cese fulminante de Marcelo tiene también tintes políticos y cuenta con el plus de que con este se propina un buen golpe al rijoso de López Obrador. Nada raro sería que en los próximos días Marcelo Ebrard sea encarcelado. Al tiempo.

Por otra parte también debe reconocerse la prudencia del Jefe de Gobierno capitalino ante el despido de su consejero político. Esta vez se equivocaron quienes apostaban a que el tabasqueño habría de rebelarse ante la decisión presidencial, porque estaba ante inmejorable oportunidad para desacatar, como lo ha hecho siempre, la disposición del Ejecutivo Federal, pero en esta ocasión con cierta ventaja política, porque esta vez el desacato le dejaría buenos dividendos si dejaba en manos de Fox la seguridad de la capital, que de por sí es una papa caliente. La anarquía ubicaría a AMLO en franca ventaja ante sus adversarios políticos.

López Obrador siempre se ha movido exitosamente en el caos, por eso lo provoca; en el ojo del huracán se mueve como peje en el agua y siempre saca ventaja de la confusión o del barullo, y siempre encuentra simpatizantes a sus causas. Por eso era de esperarse que dejara en manos del Presidente de la República el mando de la fuerza pública como lo ordena el Estatuto de Gobierno, y aún el que manejara a la misma corporación policial a su conveniencia para evidenciar a Fox y agudizar y desprenderse del de por si grave problema de inseguridad en la capital del país.

La otra posibilidad, esta más inteligente y por lo mismo menos probable, era que AMLO dejara en ridículo a Vicente Fox proponiéndole a un sargento Subinspector o a cualquier elemento del montón como substituto de Ebrard y a este nombrarlo como Comisionado o asesor en materia de Seguridad Pública, para que todo siguiera igual, con lo cual se burlaría elegantemente de su adversario y habría recuperado la popularidad perdida del sector intelectual al dar una muestra de talento y capacidad política, además de que habría alegrado el corazón de sus adeptos, que disfrutan esta actitud de su Mesías. Pero Andrés Manuel decidió actuar con prudencia, sus consejeros políticos seguramente le dijeron que no debe emular a Hugo Chavez y que su espíritu de confrontación no debe llegar a la comunidad internacional; que es el tiempo de enviar mensajes que tranquilicen a los Estados Unidos, porque su popularidad está garantizada en el país de cara al 2006. El tiempo nos dirá si tuvo razón. Esa es la cuestión.

eze_cas@hotmail.com

martes, diciembre 07, 2004

DE LAS FACULTADES DE DESTITUCIÓN.

Por: José Luis Camba Arriola.

¿Cuáles es el propósito de las previsiones constitucional y legal que facultan al Presidente de la República para destituir libremente al Secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal? La respuesta es común a todos los países democráticos que, por lo mismo, temen la desaparición del preciado bien llamado democracia: salvaguardar a los Poderes de la Unión que, como todo el mundo sabe, albergan su residencia en la capital del país.

El asesinato de dos funcionarios federales es, sin duda, una desgracia producto de la descomposición social cuyas manifestaciones extremas han sido imposibles de contener por el instrumento que en sustitución de las religiones, el hombre moderno ha diseñado: la política, arena común donde las diferencias deben dirimirse.

Pero entonces, ¿significa ésto que la estabilidad del Estado corre peligro? Si Fox tomó esta decisión es que sí debe creerlo. Espero que se equivoque. Si no es así, no me extrañaría nada. Creo que el riesgo es grave y la solución de difícil aplicación.

La lucha contemporánea por el poder actual es sintomática de cambios profundos caracterizados por llevar las facultades a los extremos.

Sin embargo y considerando como móvil de todos los políticos involucrados el ejercicio del poder absoluto, deja mucho que desear la falta de imaginación de los actores políticos. Con un poco de creatividad, Obrador podría haber instruido a sus incondicionales colaboradores, a que renunciaran a todos los cargos de mandos medios y superiores. Asimismo, como muestra de oposición a la constitucionalmente correcta decisión del señor Presidente, pudo haber ordenado una manifestación, de manos caídas, por el resto de los integrantes de la policía. El caos resultante hubiera obligado a que la Policía Federal Preventiva entrara a resguardar la capital creando con ello, una forma de “Toque de Queda”. Por fortuna, imaginación no hay.

No obstante, ya no se sabe para donde hacerse. El mismo día de la remoción de Ebrard, como si de la extirpación urgente de un cáncer maligno se tratara, el Procurador Federal, ayudante del cirujano con facultades legales para operar, declaro que desde el 22 de noviembre, 15 días antes de que fuera asesinado Enrique Salinas, la INTERPOL les solicitó su localización para ¿quién sabe qué diligencias?. Hasta que se murió o, lo “murieron” lo supimos. Los mexicanos de a pie solo nos enteramos de lo irremediable.

Sorprende que la P.G.R. fuera incapaz de cumplir con la solicitud. De haberlo hecho, probablemente el hermano menor del expresidente estaría preso, pero vivo.

De todos modos, si la oficina de Marcelo Ebrard recibió la notificación de destitución al menos 20 minutos antes de que fuera de conocimiento público, parece mal común la falta de comunicación interna en los organismos gubernamentales. Si su propia destitución no le fue informada a tiempo, menos aun la muerte de unos extraños.

Ni pa donde hacerse.

joseluis@camba.ws

domingo, diciembre 05, 2004

DE UN MUNDO RARO

Por: José Luis Camba Arriola

Vivimos tiempos de cambios profundos en las estructuras sociales. Uno de los síntomas, al igual que hace dos mil años, es el nacimiento de nuevas religiones.

El viernes pasado, poco después del amanecer, fue televisado un programa monográfico sobre Chabela Vargas. La conductora fue Jesusa Rodríguez, una actriz de poca monta, simpatizante perredista y de sexo indeterminado, cuya actividad curricular más reciente ha sido la promoción y defensa de la prostitución callejera en la Colonia Buenavista. En el programa de una hora de duración y con testimonios tan diferentes como los de la señora Olmedo, Almodóvar y Felipe González, se pinta a Chabela Vargas como alcohólica violenta, orgullosa lesbiana marimacha y poseedora, a pesar de ser pésima cantante, de un amplísimo repertorio. La Corona española, institución basada en privilegios congénitos, le otorgó el nombramiento de excelentísima o algo así.

Al igual que las antiguas religiones, las nuevas se basan, como forma de proselitismo, en la creación de mártires. Personajes que producto de la sociedad o a espaldas de ésta se muestran en condiciones de causar pena. La representación de Cristo es el mejor ejemplo. Se trata de que quienes lo vean se conduelan por su sufrimiento. Esta es la constante de todas las religiones monoteístas. Por el contrario, las politeístas representan a sus deidades como hermosos y poderosos Titanes.

Al escribir de nuevas religiones no me refiero a las miles de variantes del cristianismo acreditadas en nuestro país. No, las nuevas religiones son laicas, preparan un culto al hombre, no a Dios. No nacen, como sus antecesoras, de la oposición sino del propio poder. Son institucionales. Toman formas como las de Comisión de Derechos Humanos, el Instituto de la Mujer del D.F., o el C.A.I.S. Sus dirigentes son los nuevos sacerdotes. Los seguidores, los nuevos creyentes son minusválidos, ancianos y proletarios en el más preciso sentido de la palabra.

Pero como en toda religión en nacimiento, sus mártires tienen que salir de los propios adeptos. En este caso: putas, delincuentes, lesbianas, maricones, dipsómanos o narcodependientes. Personajes que más que santos con capacidades milagrosas, parece que por su aspecto y actitudes, requieren de bendiciones.

¡Ah, pero cuidado con el que no se sume a estas nuevas formas de religión! Debido a su primigenia etapa de desarrollo, son intolerantes. Al que no se somete a su doctrina lo tachan de hereje o, en el mejor de los casos de ateo.

Al parecer, el remordimiento social de los que ocupan el poder les hace pagar, como penitencia, el financiamiento de los nuevos templos oficiales. Desde sus altares se predica la nueva ideología: la desviación será, a partir de ahora, lo socialmente aceptable. Se trata de construir un mundo raro en el que el más desviado se convierta en el nuevo líder. Un mundo donde el más chimuelo masca rieles y el más tullido es alambrista. No más meritocracia, a partir de ahora estaremos sometidos a la miserocracia. Por fin, el débil conquistará al fuerte.

Premiar la incapacidad y la enfermedad, como en el caso de la señora Vargas, es un ejemplo de lo anterior. Que no nos engañen. Ya lo dice el refrán popular: “Enfermo que come y caga, ni enfermo ni nada”.