domingo, diciembre 05, 2004

DE UN MUNDO RARO

Por: José Luis Camba Arriola

Vivimos tiempos de cambios profundos en las estructuras sociales. Uno de los síntomas, al igual que hace dos mil años, es el nacimiento de nuevas religiones.

El viernes pasado, poco después del amanecer, fue televisado un programa monográfico sobre Chabela Vargas. La conductora fue Jesusa Rodríguez, una actriz de poca monta, simpatizante perredista y de sexo indeterminado, cuya actividad curricular más reciente ha sido la promoción y defensa de la prostitución callejera en la Colonia Buenavista. En el programa de una hora de duración y con testimonios tan diferentes como los de la señora Olmedo, Almodóvar y Felipe González, se pinta a Chabela Vargas como alcohólica violenta, orgullosa lesbiana marimacha y poseedora, a pesar de ser pésima cantante, de un amplísimo repertorio. La Corona española, institución basada en privilegios congénitos, le otorgó el nombramiento de excelentísima o algo así.

Al igual que las antiguas religiones, las nuevas se basan, como forma de proselitismo, en la creación de mártires. Personajes que producto de la sociedad o a espaldas de ésta se muestran en condiciones de causar pena. La representación de Cristo es el mejor ejemplo. Se trata de que quienes lo vean se conduelan por su sufrimiento. Esta es la constante de todas las religiones monoteístas. Por el contrario, las politeístas representan a sus deidades como hermosos y poderosos Titanes.

Al escribir de nuevas religiones no me refiero a las miles de variantes del cristianismo acreditadas en nuestro país. No, las nuevas religiones son laicas, preparan un culto al hombre, no a Dios. No nacen, como sus antecesoras, de la oposición sino del propio poder. Son institucionales. Toman formas como las de Comisión de Derechos Humanos, el Instituto de la Mujer del D.F., o el C.A.I.S. Sus dirigentes son los nuevos sacerdotes. Los seguidores, los nuevos creyentes son minusválidos, ancianos y proletarios en el más preciso sentido de la palabra.

Pero como en toda religión en nacimiento, sus mártires tienen que salir de los propios adeptos. En este caso: putas, delincuentes, lesbianas, maricones, dipsómanos o narcodependientes. Personajes que más que santos con capacidades milagrosas, parece que por su aspecto y actitudes, requieren de bendiciones.

¡Ah, pero cuidado con el que no se sume a estas nuevas formas de religión! Debido a su primigenia etapa de desarrollo, son intolerantes. Al que no se somete a su doctrina lo tachan de hereje o, en el mejor de los casos de ateo.

Al parecer, el remordimiento social de los que ocupan el poder les hace pagar, como penitencia, el financiamiento de los nuevos templos oficiales. Desde sus altares se predica la nueva ideología: la desviación será, a partir de ahora, lo socialmente aceptable. Se trata de construir un mundo raro en el que el más desviado se convierta en el nuevo líder. Un mundo donde el más chimuelo masca rieles y el más tullido es alambrista. No más meritocracia, a partir de ahora estaremos sometidos a la miserocracia. Por fin, el débil conquistará al fuerte.

Premiar la incapacidad y la enfermedad, como en el caso de la señora Vargas, es un ejemplo de lo anterior. Que no nos engañen. Ya lo dice el refrán popular: “Enfermo que come y caga, ni enfermo ni nada”.